Han pasado ya unos meses desde que estuve en el Taller del Maestro Antonio López organizado por la Fundación Caja de Ávila, pero no quería pasar por alto reseñar y agradecer en el Blog un hecho tan importante, al menos para mí.

Cualquier cosa que pueda decir de Antonio López se quedará corta, porque no hay palabras suficientes para describir a un pintor de su talla, tan auténtico, humano y generoso. Pero Antonio estará cansado de tantos halagos y a él lo que de verdad le importa es la pintura y por eso quiero hablar de lo que allí viví y aprendí, de Antonio, y de los compañeros.

Desde luego estaba entusiasmada, que Antonio hubiese escogido mi dossier ya era mucho para mí… y allí estaba, en el Palacio de los Serrano de Ávila con un par de lienzos y una bolsa con el maletín de óleos y pinceles. Había algunos compañeros que repetían el taller o que habían estado en las ediciones de otras ciudades y también había otros que como yo, iban por primera vez. Éramos un grupo variopinto, con perfiles, edades y orígenes muy diferentes, unidos por el nexo de la pintura.

Antonio ve más allá, es de esas personas que profundiza y no se queda en la superficie. Es un sabio.

Después de presentarse y comentar un poco en qué consiste el taller, Antonio nos organiza. Se coloca primero al modelo, es habitual de la casa, posa en la Facultad de Bellas Artes de Madrid y es muy bueno. En el aula de modelo, una vez elegida su posición ya se pueden poner a trabajar. Los que hemos elegido bodegón vamos a comprar al Mercado del Chico nuestros modelos.

Taller de Antonio López Fotografía: Luis Mayo

Es genial ver a Antonio elegir los alimentos, lo tiene muy claro pero le gusta que participemos y que también le ayudemos a elegir. Los comerciantes del mercado no entienden muy bien porqué nos llevamos todo aquello: huevos, uvas, patatas, granadas, botes gigantes de aceitunas, huesos de carne y de jamón, calabazas, quesos, coliflor, paquetes de alubias, berenjenas, varias barquillas y cajas…

 

Ya de vuelta en el patio central del palacio, Antonio comienza a colocar los bodegones y los demás le intentamos ayudar.

Te colocas en el caballete nada más llegar al Palacio, sin tener preparados los bodegones, así que lo que te toque, casi es cuestión de azar (luego puedes recolocarte un poco). Yo la verdad cuando llegué, vi que todos iban cogiendo caballetes y como tenía uno delante dije: pues este mismo. El caso es que me gustó mucho la vista que me tocó, porque era muy frontal. Delante de mí tenía un bodegón con una caja de patatas, encima de la caja unas berenjenas, un racimo de uvas verdes y otro granate esparcidos por la mesa, unas cebollas y un cartón morado de esos que se ponen debajo de las frutas.

Taller de Antonio López

Cuando empecé a encajar (a dibujar) iba a hacerlo dejando aire alrededor del bodegón, una composición muy clásica. Entonces Antonio me dijo: métete dentro, como si fuese el caos y el universo, que se salga del cuadro, que no te importe que se corte. Y hazlo a tamaño real. Coges una regla y mides.

Y así hice, en un lienzo 30 F (me lo tuvo que dejar José Luis, porque los que yo llevaba eran un poco pequeños). Recuerdo hacerlo muy despacio, yo dibujo y pinto despacio. El segundo día terminé de encajar por la mañana y empecé a manchar.

Taller de Antonio López

Fotografía: Luis Mayo

 

Taller de Antonio López

Antonio comenta personalmente el dossier que le hemos enviado para la selección. Nos va llamando y nos sentamos con él a escucharle. Aunque no sea el dossier de uno mismo, los demás nos acercamos a escucharle, porque se aprende mucho. Él ya lo dice: todos los que estáis aquí ya sabéis pintar, esto es una reunión de pintores, por eso aquí es importante lo que hablamos.

A mí me «leyó» ese mismo día. Te mira a los ojos y te retrata a la perfección. De una manera honesta, respetuosa y humana te dice qué tipo de pintor eres y sobre todo te da claves para seguir creciendo. Nunca podré olvidar sus ojos, la expresión de su cara, su voz. Habla pausado, de forma clara e inteligente. Como dice Luis Gurriarán, es un filósofo.

Antonio habla de la «verdad», que es lo que tenemos que buscar en la pintura (y yo supongo que esa lección vale para todo en la vida). Él se refiere a que no tenemos que quedarnos en la técnica ni en querer agradar… que tenemos que ser nosotros mismos sin máscaras.

 

Taller de Antonio López Fotografía: Luis Mayo

 

Yo me lo pasé genial pintando las patatas, muy lenta, porque de hecho no pude acabar el cuadro. Algunos piensan que son panes. Aparte de las conversaciones con Antonio, eran muy habituales las conversaciones con los compañeros. Hay grandes pintores y grandes personas, todos con una humildad y un corazón enormes.

 

Leticia Zarza Pascual
Óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm.

 

No sé explicar con palabras la felicidad, la paz y el alimento interior que me aportaban cada una de las personas que allí estaban.

Puede parecer que estoy idealizando esta experiencia, pero esta es mi verdad, y como la siento, la cuento.

Creo en la enorme importancia de estos Talleres, en lo que supone para los que pintamos, seamos profesionales o no. La pintura como otros medios artísticos es muy solitaria, y es necesario encontrarse con colegas y amigos, apoyarse e intercambiar opiniones para crecer.

Quiero agradecer por ello a todos los que llevan a cabo estos talleres la enorme generosidad y calidad del proyecto (Antonio López, Luis Mayo, José Luis Huete, personal del Palacio de los Serrano, la Fundación Caja de Ávila y todos los compañeros).

 

Taller de Antonio López
Alumnos de la 8ª edición de la Cátedra de Antonio López en Ávila, 2013.

 

Leticia.